lunes, 22 de noviembre de 2010

DIEZ FORMAS DE ADORAR SIN MÚSICA

Adoración no es solo cantar. Tal vez suene extraño que diga que adoración no es cantar. Pero lo digo intencionalmente porque mucha gente ha limitado la adoración al canto. Para muchos la adoración son los treinta minutos que duran los cantos de las reuniones o cultos en el templo. Para otros adorar es cantar coros lentos después de la alabanza (que es como normalmente llamamos a los coros rápidos)  y antes de que llegue la predicación, y esto es trágico. La adoración es mucho más que eso, como hemos visto en las enseñanzas anteriores.
La adoración es una actitud que debe afectar todas las áreas de nuestra vida, por eso es que la adoración es mucho más que cantar. Tal vez haya gente que canta todos los domingos en el lugar donde se congrega, pero nunca ha adorado a Dios.
Tal vez la mejor forma de expresar la adoración es a través del canto, pero ésta solo es una forma. ¿Cómo adora aquel que no tiene voz? ¿O el que no tiene brazos, o pies?. Lo hace con su espíritu, ahí está la fuente de nuestra adoración.

Todo lo que hacemos puede y de hecho debería ser un acto de adoración. Dios nos diseñó para adorarlo con nuestra vida entera. Para esto existen hábitos espirituales que podemos fomentar en nuestra vida y que nos ayudarían a adorarlo a un nivel más íntimo. Lamentablemente hemos relacionado la adoración solo con la música y el canto (esto no quiere decir que no debamos utilizarlos), pero tenemos a nuestra disposición una gama amplia de expresiones de adoración, con la que podemos expresar nuestro amor a Dios sin caer en la monotonía.

A continuación estudiaremos diez maneras de adorar a Dios, sin utilizar la música y/o el canto de canciones conocidas.

1. Adorando por medio de la oración. A menudo perdemos de vista este importante componente de nuestra vida de oración. Piense en aquellos asuntos por los que generalmente ora. ¿Cuánto de su vida de oración se centra en usted y cuánto en Dios? No hay duda de que Dios quiere que le compartamos todo lo que ocurre en nuestra vida. Pero también quiere que lo conozcamos mejor. Cuando nuestras oraciones afirman quién es Dios, ponemos nuestra vida de oración en una perspectiva apropiada. Eso es exactamente la forma en que Jesús nos enseñó a orar. En el Padre Nuestro, en el Evangelio según Mateo (6.9–13), Jesús empieza la oración diciendo: «Padre Nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre». Con esta oración, Jesús nos enseña una importante lección: La oración comienza con Dios. Debemos incluir en nuestras oraciones un tiempo en el cual nos enfoquemos en quién es Dios y lo que ha hecho Dios por nosotros y adorarlo por ello.

2. Adorando con la Palabra. Uno de los métodos más especiales que puede haber para adorar a Dios es su misma palabra, ya que relata los milagros de Dios, describe su carácter y resalta su obra salvadora. El adorador verdadero usa la palabra para glorificar al Dios que habla a través de ella. Si tomáramos la palabra como base para adorarle seguramente lograríamos que nuestra alabanza fuera más consistente y mas enfocada en el único y sabio Dios.  Debemos prestar más atención al libro de los Salmos. Ningún libro en la Biblia invierte tanto tiempo describiendo cuidadosamente a la persona de Dios como éste. Podemos utilizar porciones de los Salmos para adorar a nuestro Dios. (Salmo 57: 7-11).


3. Desarrollando en nuestra vida el hábito de la gratitud. (Ef. 5:20). Esto requiere que veamos el mundo a través de un par de lentes diferentes. Cuando vemos a través de los lentes de gratitud, vemos nuestra vida —y todo lo que hay en ella— como un regalo de Dios. Debemos empezar a agradecer a Dios por todo lo bueno que ha hecho en nuestra vida.


4. Postrándonos. (Salmo 95:6). Debemos empezar a entregarle a Dios áreas de nuestra vida que nunca antes le habíamos dado. Este es el corazón de la adoración: rendirse. Dios no busca 90% de nuestra vida; él lo quiere todo, el 100%. Posiblemente, usted haya sido por mucho tiempo un seguidor de Jesús, pero ciertas áreas de su vida aún no se las ha entregado, las reserva solo para usted. ¿Cuáles son esas áreas? Solo usted lo sabe. Dos buenos lugares para echar un vistazo son nuestras finanzas y nuestro tiempo. Debemos mirar las áreas de nuestra vida donde invertimos más tiempo y dinero. ¿Honran a Dios?


En el aspecto físico, postrarnos es una forma extrema de cortesía (reverencia) y adoración. El caer delante de alguien o tenderse frente a él o ella es una señal de reverencia suprema. Es una forma de humillarse uno mismo para aumentar el sentido de elevación de Aquél delante de quien nos postramos.


5. Orando y Cantando en Lenguas. (1 Cor. 14:13). Cantar en lenguas es un vehículo para adorar a Dios, un medio para que el Espíritu adore en nosotros. El canto en lenguas expresa sentimientos y pensamientos. El Espíritu Santo se une a nuestro espíritu, no lo sustituye. Se sirve de todos los recursos de nuestra naturaleza. El don consiste en abandonarse interior y exteriormente con sencillez, para que pueda brotar este lenguaje de niño. El canto en lenguas se convierte así en el lenguaje de la alabanza, de una alabanza integral, de todo el ser, en la presencia de Dios.
El canto en lenguas no es una sucesión de notas ensayadas o una melodía compuesta. Es una irrupción espontánea, dejando a la persona en libertad para cantar o callarse, que impulsa directamente a alabar al Señor. Cada persona canta con su voz, bonita o no, con su propio timbre y su estilo particular. El efecto es una adoración más allá de lo medible o expresable. Solamente si se ha experimentado se puede comprender esta realidad.
La mente no tiene un entendimiento natural de lo que se canta; con todo, al mismo tiempo tiene un conocimiento intuitivo de que nuestro espíritu está alabando y magnificando a Dios con “lenguas angélicas”.

6. Adorando con cantos espontáneos o cánticos nuevos. (Salmo 149:1). Son cantos que brotan del corazón de forma espontánea, en un ambiente de alabanza o de adoración acompañada de música o sin ella. (Col. 3:16).  Son cantos o himnos dados directamente por el Espíritu, y cantados espontáneamente a medida que Él inspira tanto las palabras como la melodía. Tales cantos suelen ser entonados en el lenguaje de la persona que los articula.

7. Adorando con Adoración líquida (Lucas 7:36-38). El llanto puede ser también una respuesta legítima de alabanza a Dios. No es el llanto que viene de la tristeza o de un corazón quebrantado, sino el que procede de la gratitud y de la adoración de corazón. A veces cuando meditamos sobre la grandeza y bondad de Dios, la única respuesta apropiada a su grande amor es derramar lágrimas de gratitud.
No debemos temer hacer esto, pues no es una señal de debilidad. Debemos dejar que las lágrimas fluyan. Nuestra reacción humana es a menudo contener las lágrimas. Sin embargo, llorar puede expresar los deseos más profundos de nuestro ser en una forma que de ninguna otra manera podríamos hacerlo. En ocasiones esto produce una profunda liberación.

Tampoco es bueno darse al llanto constante, pues eso puede ser una señal de que algo anda mal en nuestro interior. En tales casos, hay necesidad de sanidad interior.
8. Danzando para el Señor. (Salmo 150:4). No solamente en público, sino también en nuestro tiempo a solas con Él. Cuando danzamos o saltamos en nuestro devocional privado para Jesús, tendremos la absoluta seguridad de que lo hacemos para ministrarle a Él y no a los hombres. Es señal de mucho gozo y regocijo ante su presencia.

9. Levantando las manos. “Alzad vuestras manos al santuario y bendecid al Señor” (Sal 134:2). Levantar las manos es una señal universal de rendición o sumisión. Cuando las alzamos delante del Señor estamos reconociendo que nos sometemos completamente a Su voluntad y le decimos que somos suyos incondicionalmente. También es un acto simbólico de que lo exaltamos o levantamos por encima de nosotros. Igualmente, podemos simbolizar con ello que recibimos de Él lo que nos quiere entregar.

Es también una señal de un anhelo profundo de adorar a Dios. “Escucha la voz de mis súplicas, cuando clamo a ti, cuando alzo mis manos hacia tu santo templo” (Sal 28:2). Es además simbólico de la sed espiritual que sentimos por Dios. “Extiendo mis manos a ti; mi alma tiene sed de ti, como una tierra sedienta” (Sal 143:6).
Las personas que no están completamente rendidas a Dios tienen grandes problemas a la hora de hacerlo, aunque aparente ser una cosa muy simple. Se resisten firmemente a esta manera de adoración. Sin embargo, una vez que lo hacen viene sobre ellos una gran liberación, la cual, muchas veces les habilita para expresar alabanzas de muchas otras maneras.

10. Hablando de sus poderosos hechos. (Salmo 145: 4-7). Esta es la evidencia de un corazón enamorado. Hablamos constantemente de aquel a quien amamos. El adorador debe dar testimonio permanente de quien es Dios y de lo que Él ha hecho en su vida.

Conclusión: Podemos adorar a Dios con muchas otras formas: aplaudiendo, gritando, levantando banderas, cantando, arrodillándonos, etc., Pero debemos tener bien claro que todas estas expresiones de adoración son válidas únicamente cuando son expresadas con sinceridad de corazón, tal como dice en Colosenses 3:23: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor…”